27 de agosto de 2010

Cuando un hombre muere

Cuando un hombre muere, transita del reino de la libertad al reino de la esclavitud. La vida es la libertad, por eso la muerte es la negación gradual de la libertad. Primero la mente se debilita, luego se ofusca. Los procesos biológicos en un organismo cuya mente se ha apagado continúan funcionando durante cierto tiempo: la circulación de la sangre, la respiración, el metabolismo. Pero se produce una retirada inevitable hacia la esclavitud: la conciencia se ha extinguido, la llama de la libertad se ha extinguido.
Las estrellas del firmamento nocturno se apagan, la vía láctea desaparece, el Sol se ha apagado, Venus, Marte y Júpiter se esfuman, el océano se petrifica, millones de hojas mueren, el viento deja de soplar, las flores pierden su color y aroma, el pan desaparece, el agua desaparece, el frío y el calor del aire desaparecen. El universo que existía en un individuo ha dejado de existir. Ese universo es asombrosamente parecido al universo que existe por fuera de las personas. Es asombrosamente parecido al universo que todavía se refleja en las cabezas de millones de seres vivos. Pero aún más sorprendente es el hecho de que ese universo tiene algo en él que distingue el rumor de sus océanos, el perfume de sus flores, el susurro de sus hojas, los matices de su granito, la tristeza de sus campos otoñales, y el hecho de que existe en el seno de las personas y, a la vez, existe eternamente fuera de ellas. La libertad consiste en el carácter irrepetible, único del alma de cada vida particular. El reflejo del universo en la conciencia del ser humanos es el fundamento de la fuerza del ser humano, pero la vida se transforma en felicidad, libertad, se convierte en valor supremo sólo en la medida en que el individuo existe como mundo que nunca se repetirá en toda la eternidad. Solo se puede experimentar la alegría de la libertad y la bondad cuando encontramos en los demás lo que hemos encontrado en nosotros mismos.

Vida y destino. Vasili Grossman.  

24 de agosto de 2010

Me la juego



Por: Yeyson Calle, el buñue.

En la cocina, ya lo entendí, me juego la vida. Quién lo pensara, es en serio, es verdad. No me cree, vea le cuento. Cuando lavo platos siento como si no estuviera haciendo nada, como si estuviera perdiendo mi tiempo, pero no crea, uno hace más que eso, al menos yo sí ¡oigannn a este! Va pensar que estoy medio rayado, pero no, no se deje impresionar por tan poco. Por ahí escuche una canción de un man más rayado, sí, ese man se la juega, la vida, de eso hablo, con los dados y con las viejas. Yo solamente digo que me juego la live lavando platos, por que agarro un plato por el borde, lo remojo, bien remojadito, que no quede nada seco, por que así no se puede, y apenas está bien empapado, dele con el jabón, por encima y por debajo, que quede todo espumoso. A veces se trata de deslizar, pero ahí mismito lo agarro, con la agilidad de una gato, por que algo hay que reconocer y es que soy mero gato, y pa que vea, no se me ha quebrado, hasta ahora, ni un plato, y eso ya es mucho, pues esa espuma (yo los dejo bien espumosos) los pone más indomables que un berraco. Pero le decía, apenas el plato está bien enjabonado, trin, abro el chorro, se va el jabón y queda el brillo, a lo bombril, no por lo que dicen ahora de la duración, del tal novio que se queda toda la vida, sino por la propaganda cuando con una cinta le arrancan la salsa de tomate al plato. Entonces, apenas sigue el otro plato, ahí mismo pienso, Eh, pero ese plato no es mío, yo no tengo por qué lavarlo, y ahí, justo ahí, me la juego toda. Puedo irme, y listo, eso no fue conmigo, o me quedo y le saco brillo al otro y al otro plato hasta terminar. Entones, digo que me la juego toda, por que me quedo, y resulta que el otro plato es el de mi linda, mi mamacita y cómo no se lo lavo pues, si ella, que está en el trabajo, me dejó listo el almuerzo. Por eso le digo, ahí me la juego toda.