David C
He escuchado y leído diferentes
ideas sobre porqué responder NO a la pregunta del plebiscito sobre el proceso
de paz con las FARC. Creo que muchas de las ideas, cuando hay una explicación
clara y tranquila, cambian, y se vuelven ideas de apoyo al fin del conflicto
con las FARC a partir del acuerdo. No voy a exponer esas ideas, ni a explicar
porqué considero que hay más razones para optar por el SÍ, que por el NO. Eso
lo he hecho en otros medios. Esta vez quiero hablar de una razón muy fuerte
para el NO, y que muestra cierta ingenuidad de quienes defienden el SÍ.
Me quiero concentrar,
brevemente, en una búsqueda humana fundamental: el sentimiento de la propia
existencia. El sentimiento de existir es propio de nuestra especie, y depende de la mirada de los otros, como lo
han demostrado diferentes disciplinas. Es decir, gracias al lugar que los otros
nos dan. Aún aquellos que se dicen originales, o independientes, o que no dependen
de los otros, se contradicen por el hecho de decirlo a los otros. Somos
únicos, gracias a que los otros nos habitan. Es tan evidente esta realidad que
a veces no la vemos.
Ahora, son muchas las
estrategias que podemos utilizar para ocupar un lugar en los ojos de los otros,
es decir, para sentir que existimos. Algunas más felices que otras. Unas nos
permiten una mejor vida en común que otras. Un ejemplo de estrategia fallida,
es, por ejemplo, la violencia. Esta estrategia nos puede hacer sentir que
existimos, que tenemos un lugar, así sea negativo. Y aún si destruimos a otros
y, al fin, a sí mismo, podemos ver que es mejor que el vacío de no tener un
lugar, es decir de sentir que no existimos. Cuando hay pocas posibilidades de
encontrar un lugar, es fácil que la violencia se instale.
En general podemos utilizar diferentes
estrategias, unas son salidas falsas. Otras, más reales, ponen en evidencia
nuestra dependencia esencial de los otros.
Ahora, con respecto al
plebiscito, me parece interesante analizar una estrategia que he visto en
algunas personas que hacen campaña por el NO. Es una estrategia que se instaló
en algunas sectores sociales y que, con el paso de los años, pasó a ser una
fuente importante del sentimiento de existir de muchas personas. Esta
estrategia, aclaro, no es vista como tal por quien la utiliza. La persona que
la vive no la piensa, pues está sumergido en ella. Es posible verla desde
afuera, pero aún así, nombrársela a quien la vive no tiene efecto, por el
contrario, puede dañar la relación. La
explico: las ganancias, las aventuras, las formas de expresión, las ideas de
otra persona son vividas como propias. Hay una fuerte identificación con un
personaje. Solo que esa identificación, al ser tomada como propia, no es
percibida. Es decir, la persona la hace parte de sí misma, sin darse cuenta que
es otro la fuente directa de sus ideas y emociones. Frente a esta clase de
estrategia no estamos hablando de argumentos, o de ideas, cuando se discute. Lo
que está en juego en una discusión, y que las palabras ocultan, es la identidad
de la persona. Criticar sus ideas es criticar una parte importante de sí mismo.
Es crear un vacío en la idea de sí mismo.
Quienes defienden el SÍ, además
de estar bien informados, deben afinar la sensibilidad y contar con está
realidad construida durante años en el País. La idolatría, como estrategia para
sentirse existir, no responde solo a argumentos. Es ingenuo creer que solo con
explicación, con información, con crítica, es posible cambiar un NO. Lo que
expresa el NO, en este caso, no se refiere a la Paz, o a un acuerdo. El NO es
la expresión de la persona para continuar existiendo como ha aprendido a
existir durante años, es decir, una existencia basada en la identificación con
la imagen del ídolo. Es la expresión de un lugar que ha creído encontrar, así
ese lugar sea una ilusión. Esta es una razón de peso, y eso lo debemos
entender, que depende de las relaciones,
no de los argumentos. Tampoco señalar la idolatría va a tener efecto, por el
contrario, ante un posible vacío la estrategia se fortalece. Lo que queda es
ofrecer lugares donde las personas sientan que su identidad puede encontrar
otros espacios. La única esperanza es mostrarles, con gestos y palabras, que ya
tienen un lugar con nosotros, y nosotros con ellos.
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