Hace
un año llegué a Montreal y me gustaría compartirles algo de mi experiencia. Los
primeros días no fue fácil encontrar un hogar, pero con el tiempo, y siguiendo
los consejos del gran Marx (no de Carlos, por supuesto, sino de Groucho) pude
ver que, mejor que las paradas de bus para dormir, los mismos buses eran lo que
tanto había anhelado. En Montreal gran parte del año el cuerpo debe soportar
temperaturas bastante bajas, como pueden imaginarse. Al punto que si se está
mucho tiempo afuera las tetillas del hombre dejan de cumplir su función. Los
primeros días no pude utilizar mis tetillas, pues las paradas, al no estar
cerradas, dejaban entrar el dolor del frío glacial. Aprendí entonces que por 75
dólares canadienses al mes tenía derecho a montar en autobús, sin límite.
Aunque ya tenía parada preferida, la de Cristóbal Colón con Villeray, en la
cual había instalado un pequeño inodoro y una estufa, y en la que vendía tinto
y aguardiente menudeado, observé que en términos de calefacción ofrecía más
ventajas el bus. Además, las personas que esperaban en mi parada comenzaron a
pelear por el licor, como en los estadios en Medellín. También, algunos policías
se sintieron tentados por el negocio, y querían cobrarme vacuna, al menos eso
fue lo que les vi en las caras, pues en ese momento no entendía mucho el
francés.
Yo
siempre he tenido en mente la idea de progresar, y mi oportunidad se dio. En
este momento aprendí a dormir con el movimiento del autobús. Me hice amigo de
algunos conductores que me han ido enseñando el idioma. El servicio público,
como pueden imaginar, es las 24 horas del día, por lo tanto nunca me falta el
calor. En este momento trato de ajustar una estufa y el pequeño inodoro en la
parte de atrás, para no tener que bajarme y entrar en un centro comercial. Al
principio algunos conductores no me comprendían, mi Francés no era el
mejor, pero ahora han entendido que en mi casa debe haber ciertos servicios
básicos. Han aprendido, por ejemplo, a frenar con anticipación y a
acelerar con decencia, pues a veces se me regaba el chocolate cuando les daba
por creerse conductores de Circular Sur.
A
veces el bus se llena mucho, entonces me bajo, espero en una de mis paradas,
que las he tomado como mis pequeñas cabañas, y me monto en otro de mis buses. A
veces es incómoda tanta gente en la casa de uno, que llega y se va, pero todo
es costumbre, además es bueno, para un hombre soltero, un poco de compañía.
Cómo ven, estoy progresando, tengo hogar por toda la ciudad. Quienes quieran
inmigrar, como yo lo hice, ya saben que tienen un hogar que los espera. Podemos
conocer juntos la isla y tomarnos uno que otro guaro.
Buenísimo!
ResponderEliminarQue progreso, de verdad es un paso que valió la pena dar!