Reacción frente al plebiscito para aprobar el acuerdo de Paz
Algún guerrillero de uno de los frentes de las FARC-EP
Selva colombiana
Imagino por un momento no sentir miedo. Imagino además un mundo donde
la obediencia ciega es contestada. Imagino un mundo donde mis relaciones se
vivan en la tranquilidad de lo cotidiano. No parecían haber llaves para entrar,
o para salir del presente. Años en el corazón de las tinieblas, en estas selvas
profundas, fundieron las llaves. Aún los altos mandos son impotentes ante el
mundo creado. Ellos, como nosotros, sufrimos esta forma de vivir. Llevo en mí
el sentimiento de vícitima y de victimario. Entré como muchos : un ideal,
un futuro, un dogma dirigían y justificaban mis actos. Soy parte de esta
máquina vetusta, incontrolable, donde
relaciones de desconfianza se reproducen durante más de medio siglo. Relaciones
entre nosotros y entre nosotros y el mundo. Relaciones casi imposibles de
cambiar desde adentro. Nos decimos, nos imaginamos, del lado del bien. Creamos
símbolos y discursos que defienden altos ideales : la humanidad, la
igualdad entre los hombres, la libertad, la justicia, un paraíso en la tierra...
Y de tanto imaginarnos de este lado, del lado del bien, de tanto defender
valores supremos, nos olvidamos de cada humano concreto, de cada mundano y
simple humano. A los otros, a quienes están en el otro extremo, también se les
olvidó el ordinario humano de carne y hueso.
No tengo las llaves de entrada o de salida. Las llaves las tienen
otros. Otros a quienes se les preguntará si quieren abrir la
puerta para que yo salga, para que yo entre. Muchos dirán que sí. Muchos dirán
que no. Las llaves son palabras escritas. Muchas palabras escritas a la espera
de ser leídas. Dudo por un momento. Cuántas palabras deberán recorrer los ojos
de quienes tienen las llaves. Imagino sus ojos cansados. Imagino sus
ocupaciones diarias, familia, trabajo, amigos... Pienso en el miedo de esos
ojos imaginando mi entrada en su mundo, pienso en ellos recorriendo las
palabras con tal temor. Creo ver ojos de odio, odio entendible. Siento también miradas
de perdón, tal vez inexplicable, pero humano.
Pienso en el encadenamiento de esas palabras y la capacidad y la
voluntad de mirarlas, de entenderlas. Pienso además en la claridad de las
palabras. Me inquieta el implacable tiempo.
Dibujo en mi mente el mundo que crearán. Veo el mundo que acabarán, mi mundo
presente. Siento alivio y esperanza. Siento angustia y temor. Un sí o un no
determinará el fin o la continuidad de este mundo. Mundo de guerra y dolor,
mundo que se impregnó en mi carne. Siento que las palabras, esas miles de
palabras escritas, pueden hacerme otra persona. Imagino ese otro que nace, que
tal vez está en mí desde mis primeros días, días de amor de madre, de una
promesa de mundo acogedor que no se cumplió. Tal vez ese otro, que también soy yo, solo necesita
un lugar para crecer ¿Lugar probable? Me pregunto si mis ojos verán otro mundo,
y si mi mundo interior cambiará viviendo
afuera. Recuerdo el mundo de mi niñez, afuera. Mis hermanos, mi madre, mi casa,
una aguapanela con sabor a mi abuela. Regresar a ese mundo inicial es tal vez
posible, sino con todos ellos, al menos con los que quedan. Siento impaciencia.
Quiero volver. A quien debo escribir, con quién debo hablar ¿Con usted?
¿Quiere abrir la puerta ?